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«El poder de los cuentos«, formación para educadores, docentes, psicólogos e instructores de mindfulness/yoga que quieren integrar a los cuentos en sus clases o en su práctica.

 

Una de las cosas que se enseñan en las formaciones de Mindfulness es aprender a reconocer tus emociones, aceptarlas y regularlas. El objetivo es responder en vez de reaccionar… no dejarse arrastrar, por ejemplo, por la rabia y tampoco esconder o guardar dentro de ti emociones difíciles.

La vida nos presenta de vez en cuando situaciones en que nos encontramos con alquién enfadado que nos insulta con palabras o gestos desagradables. Estas situaciones sirven para comprobar si logras reconocer en ti la reacción de tu propia rabia para luego regularla y no dejarte arrastrar por ella. Aprender a regular la rabia es todo un logro y requiere entrenamiento. El siguiente cuento Zen trata sobre ello.

Cuento Zen

Cerca de Tokio vivía un gran samurai ya anciano, que se dedica­ba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.

Cierta tarde, un guerrero, conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allá. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los erro­res cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante. EI joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Conociendo la reputación del samurai, fue en su busca para derro­tarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes del samurai se ma­nifestaron en contra de la idea, pero el viejo acepto el desafío.

Jun­tos se dirigieron a la plaza de la ciudad donde el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojo algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le grito todos los insultos conocidos, ofen­diendo incluso a sus antepasados. Durante horas hizo todo lo posi­ble para provocarle, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerre­ro se retiro.

Desilusionados por el hecho de que el maestro acep­tara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
– ¿Como pudiste, maestro, soportar tanta indignidad?
– ¿Por que no usaste tu espada aun sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?

El maestro les pregunto:
– Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quien pertenece el obsequio?
– A quien intento entregarlo respondió uno de los alumnos.
– Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos – dijo el maestro.
– Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.

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