Por muy sutil que sea la relación, dependemos cada uno del otro… existe un perfecto equilibrio. Todo está relacionado.
Esto vale para la naturaleza y es por eso que la especie humana tiene que tener más cuidado cuando acaba con otras especies (plantas, animales …). Puede ser que (al acabar con otros) estamos acabando directamente con nuestra propia especie.
También vale para el individuo. Es mejor buscar el equilibrio y respetar el espacio y los derechos del otro y no solamente mirar por tus propios intereses.
También en la empresa todo está relacionado. Las empresas no funcionan bien si no hay un buen gestor y al mismo tiempo su éxito depende también de que cada empleado aporta su parte (y vitalidad) a la empresa. Si falla una parte en la empresa, fallará la empresa entera. Un buen gestor conoce esta ley, y hace todo para que la empresa funciona como un equipo. Habrá transparencia suficiente, condiciones de trabajo favorables para todos, objetivos claros, lineas de comunicación abiertas … todos sabrán cual es su tarea en el conjunto y todos sabrán hacia donde se dirige la empresa.
Las cosas no terminan bien cuando pasamos totalmente de los demás. Tarde o temprano descubres que precisas a los otros para estar en equilibrio tú… porque todo está relacionado. No podemos vivir el uno sin el otro.
La Rosa y el Sapo
Había una vez una rosa roja muy bella.
Se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos. Se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca.
Indignada ante lo descubierto le ordena al sapo que se fuera de inmediato.
El sapo muy obediente dijo:
– Esta bien, si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasa por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos.
Le dijo entonces:
– Vaya que te ves mal.
– ¿Que te pasa?
La rosa contesta:
– Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día.
– No he vuelto a ser igual.
El sapo solo contesta:
– Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas.
– Y por eso siempre eras la más bella del jardín.
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